Como habréis visto el aspecto del blog a cambiado radicalmente,esta es la tercera vez aunque seguramente no sera la última. El otro me gustaba pero desde hacia un par de semanas no estaba cómoda con el y decidí cambiarlo. He aquí el resultado,ya me diréis que os parece.
Hoy os traigo el primer capítulo de un libro del que subí hace pocos días su ficha-->Ficha,pincha aquí.
"El guerrero de mi destino"
Loralaine Mcinners
Capítulo 1
Highlands 1134 d.C, actual isla de Lewis
La tensión se podía palpar en aquella estancia del castillo. Nadie de los presentes se atrevía siquiera a toser, permaneciendo atentos al transcurso de la asamblea a la que estaban asistiendo, atraídos por la curiosidad y la expectación. Todos los que se habían podido librar esa tarde de realizar sus tareas, se habían acercado hasta el gran salón para poder vivir en primera mano la importante reunión.
Esa tarde se discutía si aceptaban o no, los planes que había expuesto Gaerth McLeod.
El clan estaba dividido. Unos consideraban que los planes eran descabellados y otros, por el contrario, los veían como la única solución posible a los actuales problemas. Sin embargo, se podía decir, sin riesgos a equivocarse, que en lo único en que coincidían todos los presentes era, en que la decisión que se tomase ese día podría llegar a cambiar el destino e incluso la historia del clan. Por ello nadie quería perder ni el mínimo detalle de lo que aconteciese.
Al menos debía de haber unas cincuenta personas apiñadas en el salón, atentas a las expresiones que mostraban los venerados seanachaidh al deliberar, después de haber escuchado durante una hora las propuestas del joven Gaerth.
Nota de la autora: Seanachaidh, se les llamaba a los genealogistas del clan. Sus funciones estaban asociadas a la de guardar la historia del clan, hacer las presentaciones del jefe en las asambleas, hablar en las ceremonias, y sobre todo investir al nuevo jefe.
En medio de aquel gran salón, ignorando las curiosas miradas de los presentes, y a tan solo unos pasos de la mesa que presidían los miembros del Consejo de Seanachaidh se encontraba de pie y cruzado de brazos el hijo del laird, Gaerth McLeod protagonista absoluto de esa tarde.
Para los miembros del clan, el joven Gaerth sería el siguiente laird McLeod Oscuro, al ser el hijo legítimo del actual laird y por tanto su único heredero.
Los extraños, en cambio, cuando se encontraban cara a cara con Gaerth McLeod tan solo veían la apariencia externa que mostraba.
No se sentían tentados en conocer el interior de la bestia. Para ellos, el highlander Oscuro apodado por todos el Ángel Caído, tan solo era un hombre de gran envergadura y mirada fría.
Sus cerca de dos metros, sus hombros anchos y sus brazos poderosos, capaces de romperle el cuello a un hombre con sus manos, provocaba temor y admiración a partes iguales, allá donde fuese, manteniendo alejados de él tanto a sus admiradores como a sus enemigos.
Y esa tarde no iba a ser diferente.
Los presentes a la asamblea mantenían una prudencial distancia en torno al Ángel Caído. Nadie se atrevía a acercarse lo suficiente a Gaerth.
Quizás fuese por la expresión terrorífica que mostraba su rostro, capaz de alejar despavorido hasta el más acérrimo y experimentado guerrero, o bien eran por culpa de sus extraños ojos plateados, tan parecidos a la plata fundida siempre fríos y carentes de sentimientos o compasión.
Tan solo un joven de largos cabellos azabaches y mirada brillante, vestido de una manera completamente diferente si se comparaba con los demás, se mantenía muy cerca de un malhumorado Gaerth.
El joven no parecía que perteneciese a aquel lugar, vistiendo unos apretados pantalones de cuero oscuro y una camisa de lino blanco bajo un chaleco de cuero a juego con los pantalones. Su postura y sus gestos arrogantes parecían gritar a los presentes que se atreviesen a increparle por haber osado vestirse a la manera inglesa, en lugar del habitual kilt negro y el trozo de tartán sobre el hombro derecho que utilizaban los demás hombres.
El inglés, al contrario que su compañero, sonreía de vez en cuando al observar visiblemente divertido, las miradas desconfiadas y temerosas que les dirigían la mayoría de los presentes.
En otras ocasiones, los grititos de miedo y los temblores que presenciaba en la gente de su alrededor molestaba a Gaerth. Se sentía insultado cuando los miembros de su clan corrían despavoridos apartándose de su lado, como si él fuese capaz de alzar su espada sobre ellos, cuando lo que juró ante la tumba no consagrada de su madre, era proteger a cada uno de los McLeod Oscuros hasta el día de su muerte.
Pero esta tarde, hacían bien en temerle.
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